Lo que más duro se les está haciendo a las dos voluntarias enviadas al Hospicio San José no es trabajar con pocos recursos o con material deficiente para atender a todos los niños y ancianos; sinó ver que aún con todos los males físicos como morales y con todas las injusticias sociales que están padeciendo la gran mayoría de ellos, NUNCA pierden la sonrisa de su cara.
Tienen una gran necesidad de afecto y su gratitud es infinita.